Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100026
Legislatura: 1872
Sesión: 13 de mayo de 1872
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 17, 129 a 132.
Tema: Contestación a la interpelación números 3 y 4, del Sr. Seoane.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Mi amigo particular el Sr. Seoane, que político parece que no lo es (El Sr. Seoane: No lo sé, ya lo veremos.) Pues yo sí lo sé, porque no lo ha sido casi nunca, pues aun llamándose siempre protagonista, ha estado siempre en disidencia con el partido progresista; y por eso digo que S.S. es amigo particular, porque lo que es político casi nunca lo ha sido. Todavía me [129] acuerdo yo cuando el partido del Sr. Calvo Asensio, que era partido progresista, según me parece a mí, que S.S. estaba tan en disidencia, que enfrente del Sr. Calvo Asensio se presentó a luchar en elecciones: por consiguiente, S.S. ha podido limitarse a la expresión de amigos particulares, porque amigos particulares somos, y amigos particulares hemos sido, pues ya sabe S.S. que siempre hemos estado en buena armonía. Se llamaba antes S.S. progresista y estaba en disidencia con los progresistas: S.S. se llama ahora progresista - democrático - radical, y presumo yo que también estará en disidencia con los progresistas - democrático - radicales.

Por eso, en fin, importa poco; lo que importa mucho es la gravedad con que S.S. dice ciertas cosas; porque yo no conozco a ningún Sr. Senador que diga con más gravedad cosas que en realidad no la tienen. Da S.S. una grandísima importancia, y se expresa en términos muy serios y muy graves, a las palabras pronunciadas por el Sr. Gándara; y supone que eso que ha ocurrido entre el señor general Gándara y el Gobierno es nada menos que el rebajamiento, o yo no sé qué, del sistema representativo.

Pues no hay nada de eso; que entre el señor general Gándara y el Gobierno haya habido ciertas disidencias, y que hayan tenido diferentes puntos de vista en determinadas cuestiones, que al fin y al cabo se han venido a resolver con la dimisión del Sr. Gándara, no tiene absolutamente que ver con el sistema representativo, ni nada tiene que ver con esos temores que S.S. abriga de que el sistema constitucional no funcione como deba funcionar; y nada tiene que ver tampoco con que el terreno esté minado para el Gobierno, porque yo le puedo asegurar a S.S., y se lo voy a decir a S.S. con tanta gravedad como S.S. dice las cosas, que el Gobierno no tiene el terreno minado en ninguna parte, porque el Gobierno depende exclusivamente de la confianza de las Cámaras y de la confianza de la Corona, y que como ni el Congreso ni el Senado han de minar el terreno para nada, porque tienen expedito y abierto el gran camino que están llamados a recorrer, y como el Monarca no hace más que inspirarse en los sentimientos y en el espíritu de ambas Cámaras, resulta que no hay nadie que mine ni pueda minar el terreno al Gobierno.

Ese es el sistema parlamentario; y porque tenemos la mayoría del Senado y del Congreso, y porque disfrutamos de la confianza de la Corona, estamos aquí; el día en que nos falte cualquiera de estas dos cosas, entonces no estaremos, Sr. Seoane; pero no será porque esté el terreno minado, sino porque así lo exija el sistema constitucional, y así también nuestras doctrinas. Por consiguiente, no saque S.S. consecuencias de unos desacuerdos que hayan podido existir entre el Sr. Gándara y el Gobierno; esos desacuerdos y esos diferentes puntos de vista en que cada cual coloca para resolver ciertas cuestiones, ocurren todos los días, sin que el sistema representativo se lastime ni poco ni mucho: el sistema representativo a pesar de todos esos desacuerdos continúa sin novedad. Pero S.S. supone que el terreno está minado para el Gobierno, porque está siendo víctima de la expiación, y que los mismos resortes y motivos que trajeron al Gobierno a este banco, están ahora dispuestos para hacerle salir de él.

Ya he dicho a S.S. los únicos resortes que están dispuestos para el Gobierno, que son los resortes de todo sistema representativo. Aquí, por lo tanto, no hay ningún motivo de expiación, porque el origen de este Ministerio no tiene nada de particular, como tampoco lo tenía el origen del anterior. Pero S.S., que no ha querido aceptar la coalición, y vea también como ya en esto no ha estado conforme con sus compañeros los progresistas - democrático - radicales, S.S. que la ha combatido, quiere disculpar a sus compañeros del delito de coalición (El Sr. Seoane: No los disculpo), que es un delito feo, y quiere suponer también esa falta en nosotros y suponer que este Gobierno ha nacido también de la coalición.

Yo voy a recordar a S.S. una cosa: y es, que este Gobierno vino al poder a pesar de la coalición y contra la coalición. Su señoría recuerda el origen de este Gobierno, de mi inmerecida elevación a la Presidencia del Congreso, y S.S. recordará que en la primera votación que hubo no tomaron parte los carlistas, y sin embargo yo saqué mayor número de votos que el candidato que enfrente de mi nombre se presentaba, con la circunstancia de que a este candidato le votaban un partido tan fuera de la legalidad como los carlistas, que era el republicano.

Pues bien; a pesar de esto, las fuerzas monárquico-constitucionales eran tan grandes, que contra el partido republicano obtuve mayor número de votos que el candidato que se me oponía. Después vino la segunda votación, y entonces tomó parte en ella el partido carlista, obedeciendo a su táctica política, y votó al lado de mi nombre. Y acaso, Sr. Seoane, ¿no eran los otros votos producto de una coalición con un partido enemigo de la dinastía y de la Monarquía? De todos modos, resulta que los votos de un lado estaban contrarrestados con los de otro, y que siempre en la cuenta de los votos que están dentro de la legalidad existente, yo fue elevado a la Presidencia por gran mayoría. No basta eso; sino que el Gobierno que a consecuencia de esa votación ocupó este banco, fue después derrotado con el Presidente por la coalición; y a pesar de la coalición, y contra la coalición de los partidos carlista, republicano, radical y moderado, este Gobierno vino al poder; de manera que, lejos de deber ni a los unos ni a los otros su elevación, ha venido a pesar de todo, y contra todos.

Recuerde S.S. la historia contemporánea y se convencerá; pero aunque así lo fuera, ¿qué tiene que ver eso con la coalición pactada y convenida que habéis hecho vosotros? ¡Esos son los ardides parlamentarios de las oposiciones, que votan aquello que más puede mortificar a los poderes públicos, sin descanso y sin tregua!

Pero ¿qué tiene que ver eso con pedir la coalición, con iniciarla, con exigirla y con llevarla a cabo, como la han pedido, la han exigido y la han llevado a cabo los amigos de S.S. esos amigos que quieren la pureza del sistema constitucional, y que para conseguirlo se alían, se unen y pactan con los carlistas; esos amigos de S.S. que para sacar pura y firme la Monarquía constitucional pactan, y tratan, y se concilian, y discuten con los republicanos; esos amigos de S.S., que para sacar incólumes los principios de la revolución de septiembre, tratan, pactan y convienen con los enemigos de la revolución de septiembre, y con aquellos contra quienes hicimos la revolución de septiembre? ¿Es así como queréis regenerar el sistema representativo? ¿Es así como queréis afianzar las instituciones democráticas de la revolución de septiembre? ¿Es por eso por lo que os llamáis progresistas democráticos - radicales? Radicales, lo entiendo; pero lo de progresistas democráticos, dispensadme que os niegue, por lo menos, la legitimidad del nombre. [130]

Pero S.S., que ha tomado por pretexto las palabras que yo dirigí a una interrupción que S.S. me hizo, se ha extendido después en largas consideraciones y ha traído al debate cosas que nada tienen que ver con el asunto de que nos ocupábamos. De todos modos, ciñéndome a la ilusión que he dirigido a S.S., debo decirle los motivos en que la he fundado y la fundo: son muy sencillos.

Cuando yo decía que la guerra civil estaba para terminar, S.S. me interrumpió diciendo:?Alto; todavía no.? Eso es precisamente lo que decían los carlistas; y me choca que S.S., que debe desear, como todos deseamos que la insurrección concluya, cuando está próxima a concluir, y cuando debía desear su conclusión, no la dé por concluida; pues aunque no fuera más que por el deseo, debería haber en S.S. la persuasión de que estaba para concluir; y aunque no lo viera, en la duda, los verdaderos liberales, a mi entender, debieran decir lo contrario de lo dicho por S.S.

Tenía además otro motivo; tenía el motivo de lo que dicen vuestros órganos en la prensa, porque al fin y al cabo los órganos de un partido en la prensa son la expresión de su partido, son el espíritu de ese partido, son las aspiraciones constantes de ese partido. (El Sr. Seoane: De los que escriben.) ¡Ah! ¿De los que escriben? Condénelos S.S. como yo; pero en esas manifestaciones he visto, por desgracia, he visto con amargura, ¿por qué no he de decirlo? con profunda amargura, que se ha estado haciendo la causa de los carlistas, exagerando la fuerza del enemigo, tomando como buenas todas las noticias falsas que daba el enemigo por estrategia, levantando partidas que no han existido, suponiendo derrotas que afortunadamente no han tenido lugar, poniendo en duda las noticias que daba el Gobierno, aumentando el número de las partidas, aumentando sus fuerzas, aumentando su extensión; y en cambio poniendo de manifiesto la pequeñez de las fuerzas del Gobierno para alentar a los enemigos: todo eso ha hecho la prensa de vuestro partido.

Y como eso lo ha hecho la prensa que se llama progresista ? democrática ? radical; y como los que están en éste y en el otro Cuerpo, a quienes representa esa prensa y se llaman como ella, no han protestado en el Congreso ni en el Senado, tengo derecho para suponer que habéis hecho, o que habéis querido hacer, directa o indirectamente la causa de los carlistas. (Protestas en los bancos de la minoría.) Eso es lo que han hecho los periódicos de vuestro partido. (Rumores.)

El Sr. Marqués de MENDIGORRÍA: Eso no merece contestación.

El Sr. PRESIDENTE: Señor Córdoba, orden. Ruego a todos los Sres. Senadores que no interrumpan al orador.

El Sr. Marqués de MENDIGORRÍA: Eso es atacar a un partido honrado.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Yo se lo diré a S.S. con sus mismos periódicos, y sé que S.S. ha tenido profunda amargura de eso. (El Sr. Marqués de Mendigorría: No he tenido ninguna.) (Nuevas protestas de la minoría interrumpen al orador. Varios Sres. Senadores piden la palabra. Otros pronuncian algunas que no se oyen en medio de la agitación de la Cámara.)

El Sr. PRESIDENTE: Señores, orden: no he concedido a nadie la palabra, y no permitiré que ningún Senador la use sin concedérsela. Espero que todos los Sres. Senadores continuarán dando muestras de templanza, y no abusando de la tolerancia de la Presidencia.

El Sr. Marqués de MENDIGORRÍA: Pido la palabra Sr. Presidente, porque tengo que rechazar.

El Sr. PRESIDENTE: Su señoría hablará cuando esté dentro del Reglamento. Ahora está ocupando su lugar el Sr. Presidente del Consejo de Ministros; y si comete errores, medios da el Reglamento para combatirlos; mientras tanto, ningún Senador tiene derecho a hablar, y mucho menos cuando el Presidente está en el uso de la palabra.

Continúe V. S. Sr. Ministro.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Decía, señores, que cuando esos periódicos, por pasión política, por enemistad hacia el Gobierno, por hacer la oposición al Gobierno, se hacían eco de las noticias que daban los periódicos interesados en el triunfo de la sublevación, indirectamente podían hacer la causa carlista; y que como los Diputados y Senadores representados por esos periódicos no habían hecho declaraciones sobre este particular, protestando en las Cortes de la conducta de los mismos periódicos, podía yo muy bien tener el derecho de suponer que indirectamente, por pasión, o por espíritu de oposición al Gobierno, podían también hacer la causa de los carlistas. No siendo así, estas manifestaciones me bastan, y me alegro de haberlas provocado. (Varios Sres. Senadores: No las necesitamos.) Pues yo me alegro de haberlas provocado, porque así habéis dado una prueba de patriotismo. (Varios Sres. Senadores: Ahora y siempre la hemos dado.) ¿Pero no queréis dármela? (Los mismos Sres. Senadores: No necesitamos darla, y menos a S.S.)

Yo me alegro, señores: creedme, lo digo en bien de todos, en bien de las instituciones, en bien del país; porque, señores, después de la coalición que ha existido aquí después de esa coalición, en el terreno legal, si cuando todavía se ven dudas, oscuridades en vuestra prensa, no hacíais una protesta contra esas oscuridades, dudas y misterio, podíais dar motivo (yo no lo creo), pero podíais dar motivos a que se crea que la coalición os tiene atados los brazos para no dejaros obrar con la desenvoltura y desembarazo con que en otro caso hubierais procedido. (El Señor general Córdoba: Eso es una calumnia, y solo la calumnia es el arma de su señoría.) No es calumnia. (Varias voces: Calumnia, calumnia.) ¿No es verdad que os habéis coaligado con los carlistas? (Una voz: Sí, pero para combatir a S.S.)

El Sr. PRESIDENTE: Señor Presidente del Consejo de Ministros, ruego a S.S. que se dirija al Senado, y no a alguna fracción de esta Cámara; y ruego a la fracción de mi izquierda que no vuelva a interrumpir al Sr. Presidente del Consejo de Ministros; que espere a que el Reglamento la consienta hablar. No hay derecho para interrumpir a nadie, así como no lo hay tampoco para dirigirse a nadie más que al Senado.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Resulta, Sres. Senadores, que no tiene nada que ver, absolutamente nada que ver, el ardid parlamentario de que se puede valer una fracción que está dentro o fuera de la legalidad en el Congreso o en el Senado para derribar este o el otro Ministerio con la coalición que se ha hecho de común acuerdo, tratando y discutiendo con los diversos partidos que estaban fuera de la legalidad existente; y como no tiene nada que ver la una con la otra, S.S. ha podido disculpar la última coalición con lo que haya pasado en el Congreso a consecuencia de ciertas actitudes. Y la prueba es, por lo menos para S.S., que S.S. no ha querido aceptar la coalición, y no la ha aceptado. No la encontraría, [131] pues, muy buena S.S. cuando contra su partido no la ha querido aceptar. Y es más: hay algunos que están en el partido en que milita S.S. que tampoco la han aceptado. En mi opinión, esos han obrado más cuerdamente, y sobre todo, más patrióticamente que aquellos que la aceptaron.

Otras alusiones ha hecho S.S., a las cuales no debo contestar. No sé si se ha referido S.S. a mí al hablar de una visita que dice hecha en Londres a cierto personaje. Muchos españoles han visitado a ese personaje: no sé a qué visita se refiere S.S., sea de ello lo que quiera, no tengo nada que ver con ese personaje y con esa visita, ni entonces, ni ahora, ni nunca.

Otra alusión ha hecho S.S., porque S.S. tiene la epidermis muy fina. Otra alusión ha hecho S.S., que yo he oído con calma, y que es un poco más grave que las palabras que yo he podido dirigir a S.S. como suposiciones, por la conducta que se haya podido observar con ciertos partidos extremos que hoy están en insurrección, provocando la guerra civil, y por la conducta poco cuerda que puede observar la prensa del partido a que S. SS. pertenecen. He oído esas palabras con calma: no han tenido S. SS. la suficiente para oír las mías.

Su señoría ha hecho una alusión a lo que ha pasado en un país extranjero con ciertos Ministros. Yo creo que S.S. no sabe lo que se ha dicho, porque en este país, Sr. Seoane, no hay Liborios Romanos. (El Sr. Seoane: No es esa alusión. Si S.S. quiere, y el Sr. Presidente me lo permite, la explicaré.) Sí, porque en realidad son unas palabras que me han amargado profundamente, aunque las he oído con calma, como deben oírse aquí todas las que se dicen.

El Sr. PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor Seoane.

El Sr. SEOANE: El concepto de las palabras a que se refiere el Sr. Presidente del Consejo de Ministros era, más claramente explicado, el siguiente:

Ha habido una serie de Ministros que, contra su voluntad, por un celo demasiado exagerado, casi siempre han perdido las dinastías. La historia nos enseña que en el país vecino, uno de ellos se llamó Polignac, otro Guizot, otro Olivier. No quisiera yo, por bien de la Patria, por bien de la dinastía, por bien del mismo Sr. Sagasta, que en España se llamara Sagasta ese Ministro. Ese es el concepto.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): No tengo nada que decir entonces a las palabras de S.S., que representan una apreciación histórica a que S.S. da importancia, y a que yo no se la doy tan grande, porque creo que no se ha de repetir aquí lo que ha ocurrido en esos países. Ni las condiciones son las mismas, ni hay para qué suceda ni pueda suceder aquí, hoy por hoy, lo que entonces aconteció en Francia.

Esa, repito, es una apreciación histórica que su señoría hace y que yo respeto. Pero dispénseme S.S.; había entendido la cosa de otra manera, y creí se refería a otros Ministros, que procedieron y obraron, no por falta de inteligencia, sino con intención. Yo, como todos los Ministros, podré errar, porque no es la infalibilidad patrimonio de la humanidad, a lo menos no lo es en asuntos políticos, pero S.S. me hará la justicia de creer que si yerro, será bien a pesar mío, y que si alguna desgracia pudiera ocurrir a mi país estando la dirección de sus destinos encomendada al Gobierno que tengo la honra de presidir, podrá ser debida al yerro o a la mala fortuna, pero no a intención ni a mala voluntad.

Yerro y mala fortuna podemos tener todos en este país, donde se exagera la pasión política hasta el punto que se prescinde muchas veces de ciertos partidos afines, para ayudar, sin intención, con el mejor propósito, a partidos para los dos contrarios. Y en este sentido y de esta manera me lamentaba yo de lo que está ocurriendo en este país; de que partidos que son afines, partidos que están interesados en el sostenimiento de aquello mismo que juntos hemos levantado, y que estamos dispuestos a sostener, prefieran unirse con enemigos de todo lo que hemos levantado y de todo aquello que tenemos interés en conservar, a ayudarnos a nosotros, siquiera sea ligera y accidentalmente, porque yo entiendo que el interés de los partidos está en sostener cada cual su bandera mientras no peligre ninguno de ellos; pero desde el momento que peligre, el interés está en unir sus banderas para defender y afianzar aquello que a los dos partidos les es común, contra todos los demás. Esto es lo que yo creo que es patriótico, esto es lo que yo quiero que hagamos todos, S.S. o el partido radical y nosotros; los unos y los otros. ¿No hay peligro para que cada uno ondee su bandera? Pues ondeémosla; discutamos con todo el calor que la política lleva consigo. ¿Pero hay peligro para los dos partidos? Pues ni los unos ni los otros busquemos alianza con nuestros enemigos, que no quieren ni se proponen otra cosa que la muerte de uno y otro bando.

Y en este sentido, señores, me lamentaba yo de haber podido dirigir alguna palabra amarga a los señores de enfrente, pero siempre sin la intención de ofenderles; amarga como me las dirigen a mí, como las dirigen a mis compañeros, como las dirigen a todo el mundo. Pues qué, ¿puede haber nada más amargo para nosotros que oír todos los días, no precisamente a todos los partidos, no he dicho eso, sino a algunos que han sido compañeros nuestros, que han sufrido con nosotros, que con nosotros han elevado la obra que estamos todos en el deber de sostener y afianzar; habrá nada más amargo, repito, para nosotros, que oír decir a algunos que quieren a los carlistas antes que a nosotros? Pues esto lo he oído yo sostener. (El Sr. Seoane: Pero no aquí.) Yo no he dicho que lo haya oído aquí; lo he oído fuera de aquí a las personas que militan en ese partido; lo he leído en los periódicos, y siento y deploro amarga y profundamente que Diputados y Senadores que han estado con nosotros, que con nosotros han arrostrado iguales peligros, que al fin y al cabo están interesados en el triunfo de lo que todos hemos levantado, discurran de cierta manera, contra la cual protesto, porque es el suicidio de los partidos.

A esto, y nada más que a esto me he referido; y concluyo pidiendo perdón al Senado por el mucho tiempo que le he molestado, no siendo esa ciertamente mi intención; pues siempre que me levanto para usar de la palabra, quisiera hacerlo de la manera más breve, a fin de molestar lo menos posible vuestra atención.

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Seoane tiene la palabra para rectificar.

(Habla el Sr. Seoane.)



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